lunes, 17 de octubre de 2011

La Mujer que Fumaba y el primer Desafío

En la versión cinematográfica sobre la novela de Colette “Gigi” filmada en 1958, la juguetona y coqueta parisina trataba de comportarse como la mujer perfecta según las reglas sociales de la época y así Gigí fue adiestrada en la selección del puro de calidad y presentarlo a un caballero.


Leslie Caron oliendo y enrollando puros cerca de su oreja para determinar su calidad. Estudia y conoce el cigarro, sí, ¡pero se supone que una señorita no debe fumarlo!


En realidad hasta bien entrado el siglo XIX ni el puro ni la pipa se consideraban un hábito exclusivo de los hombres tal como afirma John Cockburn, viajero británico incansable por tierras de Costa Rica, allá por 1735: “Esos caballeros nos dieron algunos puros... Las señoras solían fumar, tanto como los hombres”


En diversas citas del siglo XVIII aparecen hombres y mujeres en Europa y América fumando puros en cifras aproximadas. Esto no cambió hasta que los Clubs ingleses para Fumadores deciden permitir la entrada exclusivamente a caballeros victorianos.



A pesar de ello, hubo entre mujeres insignes algunas notables excepciones:

Amandine Aurora Lucie Dupin, baronesa Dudevant, más conocida como la novelista George Sand fue la más renombrada fumadora de puros de su época. También recordamos a la princesa de Metternich, la pintora de animales Rosa Bonheur y la amante de Lizst Marie d´Agoult que escribía bajo el seudónimo de Daniel Stern… Todas ellas amaban los puros.






La poetisa americana Amy Lowell llegó a estar tan alarmada ante la inminente estallido de la 1ª Guerra Mundial que almacenó 10.000 puros filipinos por miedo a la falta de suministro (de hecho Manila produce puros de calidad, entre ellos La Flor de la Isabela, desde que los marineros españoles introdujeron semillas de tabaco cubano en las islas en el siglo XVI)


Así pues en el pasado las mujeres que fumaban puros eran vistas como excéntricas y renegadas sexualmente. Así lo apunta Richard Klein en 1993: “…una mujer fumando puros enviaba la señal inequívoca de que había asumido la prerrogativa masculina de experimentar placer en público. Es por eso que los puros resultaban tan adecuados para las mujeres que mostraban su sexualidad en público- gitanas, actrices y prostitutas”.


Uno piensa en Carmen, la heroína de Bizet, que trabaja en la Fábrica de Cigarros de Sevilla y fuma desafiante en una esquina de la ciudad.






No olvidemos a Bonnie Parker que fumaba puros, escribía poesía y robaba bancos con Clyde Parker. Marlene Dietrich llevaba ropa de hombre en los años treinta y famaba puros en el Store Club con su amigo Ernest Hemingway.



Quizás Gigi respetara las normas de la perfecta señorita francesa, sin embargo su creadora, la novelista gala Colette fumaría toda su vida, más emancipada que su propio personaje.

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