lunes, 24 de octubre de 2011

Póquer, humo y güisqui en la travesía del Misisipi

El sonido lejano de un silbato, el aleteo de ruedas con paletas... anunciaban la proximidad de un gran barco de fondo plano con chimeneas altas que rezumaba humo...




En los barcos de vapor viajaban toda suerte de pasajeros con independencia de su riqueza o status pues el escaso espacio abordo no permitía distinción de clases. Entre tan variado crisol de gentes, eran habituales los jugadores que si bien podían causar problemas, los capitanes sabían que si se les prohibía el embarque, sus ganancias se verían reducidas en unos 5,000 $ al año.





Del mito en torno a los Barcos a Vapor, nada ha despertado tanto interés ni desbordado más la imaginación que las historias abordo de los juegos de azar… casi todo es leyenda.




Solo en contadas ocasiones corría el güisqui entremezclado con humo de cigarro en torno a una baraja y se manejaban cientos de dólares lo que no impidió que algunos hombres incautos perdieran sus fortunas hipotecando hasta la camisa en la mesa de naipes mientras a otros una buena mano les cambiaba la vida… El azar, es lo que tiene.


Circulan muchas leyendas del juego en los barcos de vapor que tienden a mitificarlo todo. Incluso antes de la Guerra Civil ya los diarios se hacían eco de noticias más que dudosas sobre jugadores aventureros y audaces que si se les complicaba la partida no dudaban en desenfundar sus revólveres o en empuñar un arma blanca arrojando la mesa por los aires…


Uno de los casos que por entonces causó más revuelo fue la reyerta en la que se vio envuelto el famoso James Bowie. Poco se sabe del tal Bowie salvo que andaba metido en negocios de reivindicaciones de tierras y de contrabando de esclavos. Arrastraba un oscuro pasado, no cabe duda, pero nunca fue un cuchillero ni un jugador de cartas profesional. Sin embargo los sórdidos acontecimientos en los que derivó aquella partida le llevaron a una seria pelea en la que contra pronóstico resultaría vencedor, desde entonces se le conocería inexplicablemente como un magnífico luchador…


Lo más irónico es que ni siquiera era un jugador de cartas experimentado y a pesar de ello las historias sobre sus ganancias de juego abordo de los barcos de vapor que surcaban los grandes ríos se dejaron oír por toda Louisiana durante la década de 1850.

Lo que ocurrió en realidad en la mítica partida es que un jugador trataba de hacer trampas en la mesa de juego y como James Bowie había trabado amistad con una víctima del engaño, Bowie salió en su defensa enfrentándose al tramposo y tras acabar con su vida recuperó que le había sido arrebatado mediante argucias a su amigo. Después de aquello se le atribuyeron toda suerte de heroicidades y fechorías, tales como el haber matado al también legendario contrabandista Jean Laffite, en su mayoría mentiras.

Por lo general las veladas de juego discurrían entre caballeros en un ambiente distinguido y en plena calma, tanto es así que a finales del siglo XIX era frecuente la asistencia de ciertas damas. Se solía jugar sin apostar dinero ni fichas sobre la mesa, meramente por diversión.


Es cierto que algunos hombres eran mejores que otros jugando a las cartas, pero la mayoría de las más grandes partidas de póquer de la época tuvieron lugar en tierra en los Garitos de Juego de Natchez-Under-the-Hill y New Orleans.



Tras la Gran Guerra las partidas de cartas en las largas tediosas travesías del río irían siendo cada vez más ocasionales y también secretas desalentadas por las leyes locales de los estados que tenían jurisdicción sobre sus aguas a base de medidas disuasorias. Todavía se recrudecerían más las normas con la Ley Seca y la Generación de la Prohibición. Después de la II Guerra Mundial se declararía el Juego Ilegal en todo el país excepto en Nevada…


Y así fue como el juego de azar en los barcos a vapor quedaría tan sólo en un recuerdo nostálgico que mantienen vivo las películas y novelas históricas, algunos retazos amarillentos de periódico y unas cuántas fotos en sepia.

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