jueves, 20 de octubre de 2011

Xul Solar, el último Alquimista

Buenos Aires, años cuarenta. Oscar Alejandro Agustín Schulz Solari “Xul Solar” era un muchacho argentino hijo de emigrantes, que desde pequeño cogió la costumbre de recortar diarios y revistas que almacenaba en carpetas con retazos de publicaciones en castellano, inglés, alemán y portugués. Allí depositaba artículos y fotografías sobre arte, política y ciencia… sin duda, un amplio espectro y es que ya desde niño su ingenio y curiosidad no conocían límites.
En ellos casi nunca mencionaba ni fuentes ni fechas, como haría un investigador o un escritor y sin embargo aquel cúmulo desordenado de recortes de prensa carentes de cualquier resquicio de orden o metodología servirían de fuente genuína de inspiración para el futuro de nuestro joven artista.
Ya por entonces el pequeño Xul era un lector insaciable que con los años habría de compilar una excelente biblioteca. Las tijeras de Xul encuentran una y otra vez un incentivo en las notas de arte e historia sin tampoco desdeñar apuntes sobre urbanismo o de divulgación médica.
En esas recopilaciones tampoco faltan recetas de cocina o notas de deporte, cosmetología, cosmografía, química, agricultura, vida de los insectos o de los peces.
Lo bélico, los aparatos e ingenios guerreros ocupan un lugar importante en sus carpetas, quizá porque durante los años en que comenzó a armarlas el mundo estaba en guerra.
Necesitaba desesperadamente hallar respuestas a todas las preguntas, algunas irresolubles, que se agolpaban en la cabeza del joven autodidacta y las encontróen su mayoría entre los retazos de papel amarillento que coleccionaba. Otras se las proporcionaría el devenir de una vida intensa.

Viajó a Paris, conoció a Picasso y sus coetáneos frecuentando los cafés de Montparnasse, así fue cómo se empapó con las nuevas tendencias y sus revolucionarias formas de concebir la vida y el arte. Tras vivir en Europa durante doce largos años, retornaría a la Argentina y sería entonces cuando emergiera el Genio:

“Hombre versado en todas las disciplinas, curioso de todos los arcanos, padre de escrituras, de lenguajes, de utopías, de mitologías, huésped de infiernos y de cielos, autor panajedrecista y astrólogo perfecto” J.L.Borges.

Así le describiría su amigo el poeta Jorge Luis Borges mientras Xul se forjaba despacio a sí mismo entremezclando en su mente prodigiosa las experiencias vividas con viejos recortes de prensa para convertirse en un personaje singular, el verdadero alquimista de nuestro tiempo.

Los años en la casa de Palermo fueron realmente felices, allí vivió con Lita, su mujer y discípula y en ella se reuniría la avant-garde porteña durante la década de 1930. Borges, Victoria Ocampo o Adolfo Bioy Casares pasaban horas allí mientras Xul creaba palabras para sus lenguas inventadas o dilucidaba las reglas del panajedrez, un juego de su creación.

Muebles realizados por él, plantas misteriosas, objetos religiosos, instrumentos musicales readaptados y la biblioteca, con más de 3.500 volúmenes destacan sobre los pálidos y esotéricos rosados y celestes de los muros.

Marionetas, crucifijos, tapices tamarqueños, acuarelas del Zodíaco, un rincón con salamandra y vitrola… la grieta de la pared en azul, el tablero de ajedrez adaptado a uno de sus juegos inventados… una escalera tortuosa entre vidrios de colores dejando atrás el pavimento original con diseño de damero…

Y tras las cortinas tejidas por Lita, el sencillo taller del artista con su mesa de trabajo, ese viejo esqueleto que ríe inexplicablemente y su magnífica biblioteca… Aún en nuestros días la casa permanece intacta bañada en el color de mil y un inventos maravillosos que pudieron ser y apenas fueron.

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