viernes, 21 de octubre de 2011

Yo tenía una granja en Africa...

"Yo tenía una granja en Africa, al pie de las colinas del Ngong. El ecuador atravesaba aquellas tierras altas a un centenar de millas al norte y la granja se asentaba a una altura de unos seis mil pies. Durante el día te sentías a una gran altitud, cerca del sol, las primeras horas de la mañana y las tardes eran límpidas y sosegadas y las noches frías" Así empezó todo.


Desde su primer día en la "granja africana" la joven Karen comprendió que había hecho bien en irse: allí sería reina en sus reino.
A los africanos los encontró imprevisibles, dignos y sentía por ellos gran curiosidad- visión muy alejada de los clichés que por aquel entonces corrían por la sociedad colonial. La sabana y los leones significanan la excitación de la caza, los refugios en lo desconocido y esos paisajes en ocres infinitos.

Pero pronto surgieron dificultades: las tierras que poseía no eran las más adecuadas para el cultivo del café y descubrió que su marido el Barón Bror von Blixen le había entregado a la vez que su título nobiliario, la sífilis y la soledad. La grerra acentúo aún más su actitud de solitaria altiva. Bror se puso del lado de los británicos y partió hacia el sur mientras ella tendría que lidiar sola con los azares climáticos, el desplome en las cotizaciones del café resultante del conflicto y la desconfianza de los colonos ingleses que la encontraban demasiado danesa y sospechosa de simpatizar con los germanos.

No obstante su soledad también fue algo escogido. Entre cacerías de leones, paseos a caballo y charlas algededor de una botella de champaña abierta en la veranda, esta brillante mujer construyó una especie de paraíso para su pequeño círculo de fieles amigos: aventureros tan imprevisibles como Bror, eruditos excéntricos y algo dandys, todos enamorados locamente de Africa.


El más atractivo era Denys Finch Hatton. Karen lo conoció en abril de 1918. Ambos se reconocieron inmediatamente como iguales, seres que no podían satisfacerse con una relación banal. El pacto amoroso que sellaron exigía que jamás uno podría poseer al otro permitió que su relación fuera larga y dichosa, aunque intermitente y provocó que Karen siguiera sola en su mundo, el de la granja.

Era madre y administradora de un pueblo de totos. Ella decidía, enseñaba, educaba, amonestaba, casaba, curaba... todo esto al antojo de su fantasía . Y transformó su casa en una morada encantada a base de tapices, cristales, de una cocina sutil, de flores flagrantes... La granja africana fue una curiosa mezcla de vida pionera y refinamiento aristocráticos, de peligro y dulzura de vivir.

Un templo erigido a Finch Hatton. Todo se organizaba alrededor de las idas y venidas del cazador. Eran verdaderas ceremonias amorosas esas cenas que Karen disponía a la manera de obras de teatro.
Ella le contaba a su amante viajero complicadas historias a medida, como con la esperanza de retenerlo por más tiempo, como una especie de Sherezade con vestido de noche...


A principios de 1931 la granja quebró, fue liquidada y vendida en pública subasta y en el mes de mayo Denys moría en un accidente de avión. Karen ya no tenía lugar en Africa, a nadie a quien contar sus historias...

Karen Blixen retornaría a Dinamarca y se consagraría a la escritura. Finch Hatton fue enterrado en las colinas del Ngong, en el lugar que habían escogido juntos un día cabalgando. Mucho tiempo después de su muerte, los leones seguían tendiéndose sobre su tumba.


"En la estación Samburu de la línea bajé del tren mientras echaban agua a la máquina y paseé con Farah por el andén. Desde allí, al suroeste, vi las colinas de Ngong. La noble ondulación de la montaña se alzaba sobre la tierra llana, toda azulada como el aire. Pero estaba tan lejos que los cuatro picos parecían insignificantes, apenas distinguibles y muy diferentes a como se les veía desde la granja. La silueta de la montaña fue borrada y nivelada por la mano de la distancia" Así acabó todo.

2 comentarios:

  1. Una gran historia, muy buena película, magnífica música y, sobre todo, me ha encantado tu artículo.
    Aurora

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  2. Gracias, Aurora, por tus palabras. Y es que las colinas azules de Ngong, el cafetal, el piloto, la escritora... conforman una historia tan hermosa que casi, casi, se escribe sola. Besos y hasta pronto.

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