miércoles, 8 de febrero de 2012

Se abre el telón... Sharmanka


Una sala en penumbra, solo se escucha el continuo engranaje de las máquinas entremezclado con una suave melodía, como si de una gran caja de música se tratara... Te acercas y allí está: emerge la escultura, también la máquina. Ante la mirada atónita del visitante ocasional, se desarrollan escenas de lo más extrañas en las que diminutos muñecos autómatas rivalizan entre sí moviéndose intermitentemente en su pequeño espacio para captar su atención.

Su experiencia en el Ártico durante el servicio militar (donde encontró a los supervivientes del Gulag) así como la sistemática eliminación de varios de sus amigos disidentes, le traumatizó de por vida.





Perdió las ganas de vivir, privándole incluso del deseo del habla y fue así que enmudeció para siempre.

Logró subsistir como mecánico naval y fue entonces cuando comenzó a tallar figuras con pedazos de muebles rotos construyendo su primera máquina autómata en 1967

Se trataba de la talla de un viejo organista (sharmanka) víctima de un cansancio severo que se reflejaba sobre su cara y larga barba, sobre sus hombros encorvados.
Bersudsky incorporó un motor que habría de mover en círculos el brazo del anciano en pos de una manivela del organillo…



Y ocurrió, el hombrecillo resultó que se movía. El propio Bersudsky brincaría de la sorpresa. El artista ruso no solo culmaba su primera obra sino que había encontrado su voz artística, él no vovería a hablar jamás, no podría, pero sus esculturas lo harían por él expresando al mundo con música y acompasados movimientos todo lo que él sentía.

Los funcionarios bolcheviques despreciaron su trabajo, considerándole un mero fabricante de juguetes. Bersudsky pasó a ser uno más de entre tantos artistas rusos subterráneos e incomprendidos.

Años después cuando Tatyana Jakovskaya, directora de teatro de reconocido prestigio, contempló por vez primera el taller de Bersudsky a finales de los 80, comprendió que aquellas esculturas móviles podían ser presentadas como la eterna puesta en escena de un teatro y nació el Teatro de Sharmanka como proyecto.



Con las reformas que siguieron a la Perestroika, Bersudsky y Jakovskaya se trasladaron a Glasgow con la ayuda de un amigo, el escultor y fabricante de muebles Tim Stead, para mostrar a Europa su hermoso teatro de muñecos autómatas.

De nuevo Bersudsky vería cómo su trabajo artístico era infravalorado, siendo considerado como simples juguetes por las galerías famosas de arte contemporáneo víctima de las ortodoxias del mercado artístico imprevisible y caprichoso... Por eso el Mundo Mágico de Bersudsky languidece con su eterno tic-tac a la espera de un día ser comprendido.

5 comentarios:

  1. Qué lástima, con lo que a mí me gustan los autómatas, los antecesores de los robots que ahora apasionan a la gente. Sin embargo, para mí los antiguos autómatas de figurillas de circo, teatro, acróbatas y bailarinas tienen mucho más encanto en sus pinturas descascarilladas que todos los robots juntos. Besitos, Mere

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  2. Es verdad! Yo tengo un autómata de cuando era pequeño y lo conservo como un tesoro. Lo que yo daría por uno de esos teatrillos de los que hablas! QUe lindo este post! Chao +.+

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  3. MARÍA RODRÍGUEZ SALREY ()10 de febrero de 2012, 9:19

    Fotos antiguas, hombres viejos

    Muy bien desarrollado

    Goodbye

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  4. Los autómatas... verdad que perdieron encanto cuando comenzaron a llamarlos robots?
    Fantástica la entrada.

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  5. Estoy con Irial y Mientrasleo en que los autómatas cobraban un encanto especial al ser fabricados como un apéndice del artesano que dejaba en él parte de si mismo: su vista, su pulso, hasta sus propios sueños. Gracias, chicos, vuestras palabras me animan a seguir escribiendo.

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