Ayer por la mañana tenía el día libre y en el piso de arriba están de obras. Harta de tanto martilleo salí temprano camino de una exposición "LIBROS ASOMBROSOS" en la BNE, una muestra de libros de extraño formato con tan mala pata que la habían quitado el día de antes... No lo sabía y hacia allí me dirigía cuando se sucedieron este sinfín de extraordinarios gestos que hicieron un hito de mi paseo abocado al desastre.
"Camino por la acera, el sol matutino es tan suave que acaricia, cierras los ojos y haces la fotosíntesis. Solo llegar a la esquina el disco del semáforo se pone en verde. Avanzo, un chaval que hace malabarismos en el paso de cebra me saluda ondeando el sombrero. Sonrío y sigo hasta la parada del autobus. Es alcanzar la marquesina y aparece el 34. Jo, qué suerte... Si hay días que lo espero 20 minutos. Encima voy ¡y pillo asiento! Todo marcha sobre ruedas.
Me apeo en Cibeles y ando por el Paseo de Recoletos. Entonces una fuente de piedra llena de floripondios y angelitos, que estaba apagada se enciende a mi paso y comienza a brotar el chorro tímidamente al principio, luego exultante. Pienso: Vaya, qué casualidad. Y prosigo mi camino hasta la Biblioteca Nacional. Entro y ¡menudo fiasco! Inauguran exposición La transición en tinta china que desbanca a la mía. Por si no lo sabéis, odio hablar de política y si hay algo que odio aún más es reír de política. Así que me encuentro, de lleno, entre chistes de Guillén y Mingote en la mismísima boca del lobo. La veo rapidito ¿por qué no? Y me marcho algo abatida sin reparar en que aquellas salas no son mi verdadero destino.
Vuelvo hacia Atocha paseando por el jardín cuando las gotitas del aspersor me ofrecen un arco iris espléndido. Me acerco más y justo cuando voy a mojarme los pies el aspersor cesa de repente: Uf, me libré por los pelos. Atravieso Neptuno, paso por la puerta del Ritz. Un grupo de japoneses me miran al unísono y me regalan gentilmente una inclinación de cabeza. Paso por un edificio oficial y a mi costado, se eleva automática la valla del parking sin ningún coche que entre. No entiendo a qué viene tanta ceremonia... ¿no será por mi?"
Lo sé, un cúmulo de casualidades. Pero entre todos consiguen que me sienta especial: una princesa menuda, chiquita, que pasea de incógnito en falda fruncida y bailarinas ¡igualita que Audrey Herburn en Vacaciones en Roma! "Encuentro una moneda de cobre en el suelo, no vale gran cosa pero dicen que da buena suerte así que la cojo y la meto en el bolsillo. Me asomo al Starbucks, huele rico. Fuera hay unas motos aparcadas, entre ellas una Harley-Davidson. Siempre que me topo con una, no me resisto a pasar el dedo suavemente sobre la caja del motor, solo que esta vez me pilla el motorista: ¿Te apetece una vuelta? Venga, sube que te llevo". Declino tan gentil oferta, si bien ya soy la dulce Audrey invitada a rodar con Gregory Peck y su Vespa por las calles tortuosas de la Ciudad Eterna.
"Entro en el Jardín Botánico y creo pasear por Altojardín de la mano de Willas Tyrrel a la vera del río Mander. Peonias, lirios, narcisos, rosas... El aire rezuma aromas. Acaban de regar y las flores aún están moteadas de pequeñas gotas ¡cómo cuando bebía la abeja Maya! ¿te acuerdas? Una palmera permite que esas pintitas cristalinas se deslicen por el surco de sus hojas puntiagudas ¡y parece que llueve! ¿no es fantástico? Entonces un pájaro canta, canta para mí. No me atrevo a moverme por miedo a asustarle. Cojo un sendero que me lleva hasta la plaza con un monumento. Me detengo, la zona está acordonada porque unos hombres escalan por las ramas de un árbol centenario. Me fijo en lo que hacen, se encuentran a lo menos veinte metros de altura saltando de rama en rama colocando campanillas para un futuro evento. Una ráfaga de viento y clingk-glingk ¡y eso que no sopla el aire! Suenan, ¡suenan para mí! Y me sonrojo.
Un túnel lleno de vides me conduce al invernadero. Subo por la diminuta escalera de caracol que se enrosca sobre sí misma y desde arriba sorbo el trópico con su humedad, lo veo todo. Se oye una melodía, simple, sencilla. Tan tenue, casi se adivina... Tengo la sensación de que solo la escucho yo. Abajo una joven bióloga que lidera un grupo de jubilados, señala una planta que flota en el estanque. Ahí está, el Cyperus Papyrus con sus juncos finos y la flor del papiro."
Y por fin comprendo, no soy "Princesa por sorpresa" como Anne Hataway soñando con bailar en un palacio de ensueño. Con el túnel de vides, crucé mi propio Puente hacia Terrabithia, emergiendo ante mí un reino singular plagado de bosques, surcado de bellas aves. Donde conviven seres dispares ¡y nadie rinde pleitesía! Intuyo sonrisas, caras afables. Y los juncos del papiro creciendo en el lago... Él es ESE LIBRO ¡el más ASOMBROSO! Genuíno, puro en su origen. Padre de todos los libros, hijo de todos los sabios. La caña callada aguarda en el fango y se pregunta: La tinta... ¿sabe dulce o amarga? A amor u odio, Papiro, depende del escriba que te haga los honores.
"Puente hacia Terabithia" Lo que hay al otro lado...